En Las Bodas
de Pierrette Picasso ofrece, sin abandonar ciertos rasgos de la época azul y
de la rosa, el cambio de contenido que anunciaba en algunos bocetos a lápiz.
Pone ahora sobre el lienzo una obra que funciona como transición hacia su
interés por el mundo del teatro, consumado dos décadas después con su
participación en los Ballets Rusos de Diaghilev. Será este tema el que introduciremos
en esta entrada y sobre el que trataremos en las siguientes. Picasso mantiene la
figura de Arlequín en esta obra de cambio de rumbo, pero lejos de incluirse en
una escenografía típica de la Commedia dell’Arte aparece en una totalmente
nueva, nacida de la imaginación de Picasso inspirada por los cafés
contemporáneos. Es éste un ambiente en el que el “rosa” Arlequín queda
descontextualizado entre personajes “azules”, además de vencido, al tener que
despedirse con un beso de su amada Colombina, casada ahora con un viejo rico
que le deja fuera de juego definitivamente. Picasso retoma los personajes
fetiche de los últimos años, como son Arlequín y esa pareja a la izquierda de
la composición como evocación clara de aquella Comida Frugal (1904), y los pone a su servicio para crear una trama
teatral propia en la que casi se puede ver cómo Arlequín, apenas un segundo
después, se dispondrá a saludar y a abandonar, ya no la composición pictórica,
sino el escenario. Hace las paces aquí Picasso con el azul, quizá más
melancólico que antes por ser tan diluido, tan inacabado, apelando seguramente de nuevo a cierta nostalgia
nacida de su vida cotidiana.
Hay
quien afirma que Las Bodas de Pierrette
no sólo es el eslabón entre la pintura y el teatro. Por un lado sería la prueba
de cómo Picasso quiso expresar un hecho que le inquietaba: el traslado de
Fernande Olivier a su casa y, consecuentemente, el cambio que suponía para él
la convivencia con una mujer bajo el mismo techo. Por otro, supone un eslabón
de unión con composiciones aparentemente muy diferentes, pero en realidad fruto
del mismo esquema compositivo y, casi por ello, también de contenido. En este
sentido se ha querido ver la correlación de este lienzo con el grabado de Salomé, comentado hace unas pocas
entradas, por ser ambas obras la representación de una determinada actuación
frente a uno o varios espectadores pasivos. En una Arlequín con su peculiar
mímica muda, pero transmisora del mensaje de despedida nostálgica, en la otra,
Salomé sumida en su danza, mímica que aquí deja de ser muda e hierática por ser
en este caso símbolo del movimiento y la música. Picasso crea una confrontación
conceptual e iconográfica dentro del mismo esquema compositivo de cariz
teatral. Esta comparación entre obras de una misma época, tan diferentes, pero
tan parecidas, sirve como explicación
del afán de búsqueda de Picasso en esos años hacia nuevos fines artísticos, que
le llevaban a traducir a diferentes estilos diseños mentales aún enraizados.
Las Bodas de Pierrette. 1904 |
Edith Carrillo
Para más información:
- OCAÑA, Mª Teresa. "Del azul al rosa". En Picasso 1905-1906. De la época rosa a los ocres de Gósol. Barcelona. Electra. 1992.
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