Sin
salir de la escena efectista de las sesiones de fotos de un Picasso que ha
abandonado la quizá inocente juventud rosa, se reinterpreta el tema de la
“toilette”, ahora en sus propias carnes. El arlequín que observa es ahora el espectador,
él, la mujer desnuda mojada con agua fría. Agua que no le despoja de la
condición de objeto susceptible de ser observado como espectáculo, como es la
desnudez femenina, y por supuesto venderse como tal. Pero quizá sí pueda
establecerse como metáfora de la intención de mostrar la intimidad, la
cotidianeidad tal cual es como, casi sin poder evitarlo, hizo años atrás plasmando
sus emociones rosas camufladas bajo trajes bicolores.
Edith Carrillo
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